Historia y Educación

Por Ma. Celeste Armas Bacci

Una tarde vi a un peque que, a mi entender, estaba con su mamá merendando. Oí que ella le decía «Samu», es un sobrenombre tan dulce que no me animo a cambiarlo. Incluso porque no podría imaginar a Samu con otro nombre, es un niño con tanta personalidad que solo le cabe este.

Oía sus conversaciones de fondo porque venían seguido. Un día escucho decir a la chica que lo acompañaba: “mamá no te ha dejado”, entonces supuse que era la niñera, pero luego supe que era la hermana. La cuestión es que esa tarde le dije

  • ¡Chau Samu!

Y el giró a mirarme sorprendido, y me dijo

  • ¿Cómo sabes mi nombre?
  • Porque escuché cómo te llamaban – le dije.
  • Ah bueno – respondió el, sin hacerse más problema

Cada tarde que venía con su hermana elegía una cookie con un vaso de leche tibia. Se escuchaban conversaciones muy lindas y divertidas, aunque lo más gracioso era la negociación antes de sentarse, porque si fuera por él, a parte de la cookie se sumaban dos muffins y un coulant de chocolate -todos para él-. Lo escribo y me río mientras recuerdo ese momento.

Una tarde, la panadería estaba tranquila, siento un “noc noc” en el vidrio. Era Samu, sin entrar, desde la vereda, saludándome por el vidrio.  Entonces me acerco a la puerta para saludarle y me dice:

  • He salido del jardín, pero vengo hoy con mi mamá. No entramos a merendar, y mi mamá no sabe que siempre te saludo.

Que decirles, yo morí de la ternura, hablamos un poco del jardín y luego aligeró el paso porque su mamá lo estaba esperando en la esquina. Que, supongo yo, se habrá preguntado quién era esa mujer que dedicaba parte de su tarde a conversar, en la verdad de una panadería, sobre el día en el jardín de su hijo jaja.

Empezaba a darme cuenta de que Samu era un niño con necesidad de certezas y costumbres. ¿Qué niña o niño no lo es? ¿Qué adulto no lo es?

Al día siguiente, la mamá lo trajo a merendar, pero no fue como las visitas con su hermana. Apenas pidieron, la mamá se encargó de relatarme lo “terrible, inquieto, y demandante que era Samu”. Yo creí que me estaban hablando de otro niño, hasta que entendí.

Desde que llegó el vaso de leche a la mesa, ella no separó la mirada del celular, se notaba que estaba trabajando. Samu terminó su cookie y se dedicó incansablemente a buscar la atención de su mamá ¿Cómo? Haciendo cosas que la harían reaccionar.

Ahí entendí que lo “terrible y demandante” que describía la mamá, se reducía a “mamá, mírame”. Samu era otro niño cuando su hermana le pedía que le cuente del jardín, de sus juguetes o de sus amigos.

A la semana siguiente volvió con su hermana, durante la eterna discusión de qué agregaría a la cookie, yo le regale una pasta de té con chocolate -lo que en Argentina llamamos una masa fina-. Ni bien se la di me dijo

  • No me va a gustar. -yo sabía que si le iba a gustar porque era igual ala que se llevaba siempre pero cambiaba solo la forma-
  • Bueno –le dije yo- se la das a tu hermana.

Así y todo, no la soltó. Mientras les cobraba -Samu mirando hacia abajo luego de recibir un reto por no haberme dicho gracias-  les avisaba que la panadería cerraría por unos días por reformas. En ese momento él se exalta y me dice:

  • ¡Menos mal que me avisas! ¡que por unos días! Yo iba a venir e iba a creer que era para siempre ¡¿y que iba a hacer?!

Con su hermana sonreímos, pero para él fue un serio alivio.

Al salir, vi que probó la pasta de té y si le gustó. Era solo miedo a lo desconocido, nada más jaja ¿Quién no lo tiene?

Cuando los vi irse me quedé pensando en lo importante de anticipar y de explicar en la infancia. El no control y el cambio de rutina se puede vivir con mucha angustia.

Porque, además, aún no hay elementos para barajar diferentes opciones, incluso salirse del yo y contemplar escenarios ajenos a ellos. Una galletita nueva o la panadería cerrada, son cosas chiquitas para nosotros, pero grandes mundos para ellos y ellas.

  • No queramos hacer dos actividades en una, porque todas pierden sentido. Tener que trabajar con el celular no es algo malo, de hecho hoy todos y todas estamos trabajando con nuestro celular todo el día. Pero si salís a merendar salí a merendar, si vas a trabajar con el celular quédate en casa y dale un libro de cuentos o que mire la tele.

  • Anticipar y explicar, aunque no lo creas, puede alivianarles una culpa que como adultos no entendemos, pero ellos y ellas la construyen ¿Sabías que un niño o niña podría hasta creer que un local cierra por su culpa? ¿O incluso que los papas se separan porque ellos no han guardado los juguetes? ¿o que su mamá llora porque ellos o ellas no quisieron comer? La etapa del centralismo del yo es tan fuerte en los primeros años, que el punto de reconocimiento del mundo es desde ellos mismos. Entonces tienden a creer que todo es por su culpa -o gracias a ellos-.

  • No pongamos tan livianamente adjetivos en los niños y niñas sin antes haber pensado en qué circunstancias se portan así. Es cierto que a veces con mamá o papá suele haber más descarga porque son el amor seguro. Si. PERO no está demás preguntarnos si como adultos estamos dando lugar al tiempo presente con ellos y ellas. No había necesidad para Samu de hacer reaccionar a su hermana, porque ella estaba ahí escuchando de su jardín, de sus juguetes y de sus amigos.

  • El miedo a lo desconocido o lo que se sale de control lo tenemos todos. Pero en la infancia es sumamente angustiante cuando hay cambios y no se conocen las explicaciones, incluso si no están anticipados. Claro que no siempre se puede saber todo ni anticipar todo, pero mientras podamos, sería interesante hacerlo.


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