Historia y Educación

Por Ma. Celeste Armas Bacci

Recuerdo mi primera mayor decepción.

Asumo queridos lectores que no soy muy fan del helado, ya se, es como ser un argentino que no toma mate. Sabemos que en Argentina tomar helado es moneda corriente. Casi que un bien de primera necesidad cotidiano en la canasta familiar. Pero lo cierto es que prefiero los postres cremosos, aunque de vez en cuando como antojo casual aparecen las ganas de comer helado.

En fin, cuando era muy chiquita -4/5 años- por lo general no elegía “mi helado”, claramente era porque chorreaba todo, o no lo terminaba, o porque ya desde ahí no me gustaba «tanto». Me acuerdo de que mi mamá pedía una tacita de pasta aparte y cada uno me daba un poco de sus gustos. Realidades de hermana menor en crisis de los 90 jeje.

Ilustración Fuente Pinterest. Autor desconocido.

Cada vez que íbamos a la heladería yo escuchaba hablar del gusto “crema del cielo” y me imaginaba un manjar. Además, era celeste como mi nombre, como el cielo, no sé, un nivel de idealización que hoy en día sigo llevando a terapia -jeje-. Lo que si tenía claro era que cuando tuviera la oportunidad esa sería mi mejor elección. De hecho, yo decía en el cole que era mi gusto preferido, antes de haberlo probado.

Un domingo en Rafaela -la ciudad donde vivían mis abuelos maternos- decidimos ir todos a tomar un helado y, no sé por qué razón mi mamá me dijo que yo podía elegir MI HELADO. Obvio que no dude, ahí estaba mi bocha color celeste, como mi nombre, como el cielo, cremosa, esponjosa, suave, mi manjar y….

UNA DECEPCIÓN TOTAL. No me gusto. ¿Pueden creer?

Ustedes dirán que es demasiado drama, pero créanme que lo viví como una verdadera derrota.

Y aunque sea una anécdota pintoresca y mundana, siempre pienso en la crema del cielo cuando concreto “sueños” que creía querer y finalmente, luego de tanto esfuerzo, deseo e intención, no eran tan perfectos como creí, o no eran lo que en verdad necesitaba, o no tenían el sentido que creí que tendrían, o no me llenan de paz como creí que me llenaría. Yo siento que las buenas decisiones no se miden por “alegría inmediata” sino por “paz interior”, y muchas veces esos “no sueños” concretados nos colman de alegría inmediata pero no de paz interior.  

No siempre vamos a terminar queriendo y sosteniendo todo lo que deseamos, ni tenemos que aceptar quedarnos allí por el solo hecho de habernos esforzado. Claro que tendremos que asumir las consecuencias de dejar todo lo que implicamos en ese camino: vínculos, proyectos, personas, recursos, dinero, etc. Pero no es ley que debas quedarte donde no fue si allí no puedes “ser”.

Hay muchos caminos para ir descubriendo quienes somos y lo que en verdad queremos, uno de ellos es probar y decepcionarnos. Pero es que, y acá viene lo bueno, a veces si que vale la pena y si lo logramos.

Por eso, consejo aplicable a futuras parejas, trabajos, decisiones familiares, viajes, proyectos personales: si al final no era, NO PASA NADA. Algo más que aprendiste de vos.

Y además te tiro un bonus track: soy una fiel creyente que, aunque luego esas metas no “sean”, por alguna razón tuviste que estar ahí en espacio y tiempo.

Y en ustedes queridos lectores ¿Cuál fue la crema del cielo de sus vidas?



¡VENÍ QUE TE CUENTO!

Suscribite a la Newsletter de Historia y Educación que te sirve para tu día a día y abre una ventana al mundo.

¡No hacemos spam!