Historia y Educación

Por Ma. Celeste Armas Bacci


Esta es la historia de M. Lo llamaré así para resguardar su identidad en caso que estos relatos se vuelvan mega famosos -soñar no cuesta nada -.

Un sábado a la tarde M llegó con su mamá, su papá y su hermanita de 9 meses a la panadería. Me pidieron unas cookies y un café. Luego de merendar, los papás comenzaron a hacer gestiones con sus teléfonos, mientras que M, un poco aburrido, empezó a jugar con el árbol de Navidad de la tienda. Yo intuí que ese árbol se caería, me sonreí un poco imaginando que eso pasaría incluso, pero no me preocupó porque al fin y al cabo los árboles de Navidad están para los niños. Además, él no solo disfrutaba del árbol, sino que hacía monadas para hacer reír a su hermanita y eso le gustaba.

A lo lejos se escuchó desde la mesa un “despacio cariño”, de parte de la mamá. M creyó hacerlo más despacio, yo misma lo vi, intentó bajar la intensidad con que impulsaba las bolas. El mensaje había sido “más despacio”, no “deja el árbol”. Pero en cuestión de segundos, el árbol quedó en el suelo con los adornos rodando. Yo me sonreí y fui a juntarlo. 

Los padres pidieron a M que me pida perdón, yo sonreí sin poder expresar lo que verdaderamente pasaba por mi cabeza: la consigna había sido “más despacio”, y M realmente la había acatado, yo lo ví. Nadie había explicado a M los riesgos de jugar con un árbol, que si bien no creo que sea grave para mi, entiendo que sus padres se preocupen por romper algo de la tienda que no es suyo.

En fin, en pleno “jaleo” como dicen acá en España, la bebé comienza a hacer arcadas y la mamá grita “se está ahogando”, el papá mantiene la calma, la da vuelta y comienza a hacerle maniobras para que expulse la servilleta que se había tragado mientras todos estábamos ocupados con el árbol caído.  La mamá continuaba gritando -realmente fue angustiante, la entiendo-. Mientras, yo vi la cara de M asustado y me acerqué con calma a darle la mano. No nos conocíamos de nada, pero no le importo mucho en ese momento. 

El susto pasó, la madre -lógicamente- abrazó a la bebé y M. le pidió upa también, quería lo mismo que quería su hermanita después de tamaño susto. Al recibir una negativa, dijo a la mamá “tú nunca me haces upa a mi”.

En ese momento intervino el padre, intentó acompañar a M. con palabras, pero, aún así, yo me di cuenta que M tenia ganas de romper toda la tienda. Entonces le di para dibujar un lápiz y una bandeja de cartón donde se sirven las pastas de té para llevar -porque no tenía papel jaja-. Confieso que en mi mente no solo lo pensé como un entretenimiento, sino como una forma de acompañarlo en la descarga de esos nervios, y el lápiz apretado en esa bandeja lo evidenció con trazos fuertes.

Ya todos calmados, los papás dijeron a M. ¿“Has visto lo que pasa cuando no haces caso”?

  • Primera observación: Con ese comentario M. pudo haber forjado una idea en su memoria, “mi hermana corrió peligro por mi culpa”. Si, como en la peli intensamente 2.

Luego avanzado el dibujo la mamá le sugiere que puede regalármelo, y M. quiere hacerlo, a lo que su papá le dice, “Bueno ¿pero habría que mejorarlo un poco verdad? Porque así garabato…”

  • Segunda observación: Mario pudo haber formado una segunda idea “lo que puedo hacer y lo que me sale hacer, quizás no es suficiente”

Al irse de la tienda, los papás me pidieron disculpas y partieron los cuatro.

Vuelvo a repetir que esto no se tratar de juzgar, exponer o retar. Creo entender lo complejo y difícil de la crianza. Pero con esta historia simplemente quiero recordarNOS queridos adultos:

  • Cuando dirijamos alguna indicación o norma concreta, seamos claros. Si es más despacio, es más despacio. Si es déjalo, es déjalo. Y asegurarnos que eso ocurra. Si se acata y aún así hay consecuencia, pues la responsabilidad no es solo de ese niño o niña
  • Cuando ocurren conflictos extremos, como lo de esta historia, no podemos dejar recaer toda la responsabilidad en que “un niño no hizo caso”. Hubo una serie de eventos que tuvieron que suceder para llegar a eso, y no me creo que allí el adulto no haya tenido ninguna responsabilidad. Intentemos hacer el ejercicio de ¿En que parte metí la pata yo y en que parte metió la pata el niño o niña?
  • “Pídele perdón”. El pedir disculpas es algo que empieza por los más grandes y con el ejemplo ¿Qué hubiera hecho yo? Le hubiera dicho a la vendedora “discúlpame por no predecir a tiempo, estaba con el teléfono y no lo vi. M, disculpémonos porque hemos tumbado el árbol de la tienda que no era nuestro”. 
  • Nunca, pero nunca, subestimes el dibujo de un niño o niña. Primero porque es su forma de expresión, segundo porque un dibujo es cosa seria para ellos y ellas, es SU dibujo, y los adultos somos referencia. Por lo que es probable que hoy sea el dibujo, y luego sea una carrera universitaria, la elección de un trabajo o el resultado de algún proyecto. Y allí, necesitarán saber que los acompañas, y si no es así, necesitará saber los por qué.

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