Historia y Educación

Columna de ADABELLA FUNES. Conocé el trasfondo histórico de diferentes obras mes a mes.

NO ME ACUESTO ROCOCÓ Y ME DESPIERTO NEOCLÁSICO 

ADABELLA FUNES: Estudiante avanzada de Lic. en Historia, estudiosa y conocedora de historia del Arte.

Claro está que si te muestro este óleo sobre tela es porque es de mis favoritos, también podría decirte que el neoclasicismo es de mis movimientos artísticos preferidos, pero, si te soy sincera, elegí esta obra por su tema picaresco, casi que resistente a la temática del movimiento al que pertenece y más cercana al rococó. Pero antes de hablar de La vendedora de Cupidos, veamos un poco de qué se trata el neoclasicismo.

 Mural sobre el se inspiró el pintor VIEN, JM

Temporalmente nos vamos a ubicar entre el año 1750 hasta el 1830, y espacialmente, iremos imaginariamente hacia Francia. Una rápida cuenta matemática nos deja adivinar que, básicamente, es el movimiento de las revoluciones burguesas, donde se da proceso al ejercicio de las prácticas democráticas a través de la ampliación de los votos, introduciendo las ideas de libertad e igualdad y manejando filosóficamente el racionalismo, que cuestiona el fundamento del absolutismo monárquico y la idea de que el poder del rey provenía de Dios.

Semejantes procesos políticos y las luchas al interior de los estratos sociales dieron lugar a un tipo de arte que rechaza los valores de la aristocracia y sus impúdicas escenas del rococó e hizo que tanto el espectador como el artista se preocupen por el deber, el rescate de los valores, lo normativo, lo ético, lo que corresponde hacer… es que había que darle sentido a la lucha política del hombre burgués.

Y, ¿qué tiene que ver con la vuelta al pasado grecorromano?

No mucho, la verdad. Muchos hemos creído que el neoclasicismo se trata de una obligada vuelta a ese período, pero en realidad, es un movimiento artístico historicista, es decir, que va a buscar reevaluarse constantemente a partir de la mirada hacia el pasado en general, por lo que vamos a ver en las pinturas la utilización de muchos recursos exóticos, mediterráneos y una vuelta al pasado grecorromano, pero ésta última influencia no es la primordial, aunque sí a veces la más accesible, lo que se suma con el hecho de que se descubren las ruinas de Pompeya y Herculano, y como el racionalismo buscaba aprender del pasado, bueno, resultaron un recurso muy útil en muchos aspectos, entre ellos, en términos temáticos.

En ese sentido, ocurre que se encuentra en Pompeya un mural muy particular que Vien decide replicar, cambiando las perspectivas y añadiendo detallitos más rococó de lo que puede llegar a parecer a simple vista: 

Embellecida por los peinados, vestimenta y adornos de la aristocracia, una mujer de alta cuna desde su silla dirige la mirada a una vendedora que sostiene un pequeño Cupido por las alas para ofrecérselo a la primera. Y lo toma con tanta naturalidad y liviandad que si cambiamos al pequeño alado por un pañuelo, no habría diferencia: es una experta en su labor. En la canasta además reposan cómodamente otros dos cupiditos que luego se venderán por ahí. Éstos representan a la figura del amante, de la pasión.

VIEN, J.M (1763) La Marchande d´Amours [óleo sobre lienzo] Musée national du Château de Fountainebleau

Si observamos con atención el óleo, vamos a ver un contraste que, a mi parecer, es genial. En primer lugar, la mujer aristócrata mantiene una cara inexpresiva, como si casi no estuviera interesada en lo que la joven le ofrece, pero, mirémosla prestando atención a su perfil: ¡no mira a la vendedora, mira al Cupido! Quizás su aparente apatía no la deje en evidencia, más allá de posar su mirada hacia el pequeño (observá lo que éste hace con sus brazos), pero si miramos sus manos y piernas, notaremos que se dirigen hacia él mismo y al canasto con el resto de los suyos.

 

Por lo que el interés, aunque disimulado, es intenso. En segundo lugar, como contraste, notamos que detrás de la aristócrata está su sirvienta, que, aunque se trate de una adquisición para su señora, no deja de emocionarse por el producto ofrecido: mira con indisimulada atención lo que ocurre. Atenta al Cupido, ni siquiera se percata de que su seno se ha escapado de su manto ante el deseo que éste le causa; tan ansiosa está por obtenerlo que se levanta la túnica con la mano izquierda… pareciera que la misma espera beneficiarse de la adquisición cuando su señora no esté mirando, incluso, ya casi está desnudándose. Aquí el interés, además de intenso, no se esconde, ¿quién puede resistirse ante el deseo de lo carnal?

Pero la pintura todavía tiene más para hablar, porque si bien Joshep-Marie Vien fue uno de los precursores del neoclasicismo, no significa que el abandono del rococó haya sido abrupto, más bien la renuncia a lo superficial para pasar a lo  moral se trató de algo gradual… y a esto lo confirmamos cuando vemos cómo el artista termina de coronar la escena, porque el movimiento neoclásico se sustenta en la idea de que menos es más: todo aquello que no haga al relato, mejor sacarlo de la composición para dar lugar al conocimiento arquitectónico, a la enseñanza moralizante de la composición, o al manejo de la luz, etc.; entonces, si algo aparece en  una obra neoclásica es porque importa, y aquí vemos sobre la mesa elementos que indican cierto gusto por los placeres: el sahumador de bronce, las flores, las cajas; también las joyas de la aristócrata le delatan. Pero, por si nos negáramos a creer lo que la obra nos quiere decir, Vien se ahorra toda sutileza con los brazos de Cupido: imitando una forma fálica en todo su esplendor, se ofrece ante su nueva ama, y le confirma el placer viril que la vendedora promete en su oferta. 

Posiblemente Vien sea de los pocos artistas neoclásicos que no se ocupan tanto de realizar obras educativas o completamente centradas en el ethos, a diferencia de lo producido por David, sin embargo, no se puede negar la pertenencia al movimiento neoclásico, dadas su características en la composición, método y temática. Sus obras, por demás bellas, nos enseñan sobre algunos preconceptos que siempre cuesta romper, por ejemplo, que la gente de antes se divertía y manejaba el doble sentido, como también nosotros disfrutamos hacer; y en lo que atañe a los que amamos la Historia: que no todo inicio de una época implica un cambio radical y desde cero. No es que se trate de contradicciones, se trata de la realidad: es compleja, cambiante, gradual y matizada, siempre sin terminar de encajar por completo en las categorizaciones que se quieren elaborar a su alrededor.  

Obra pictórica:

  • VIEN, J.M (1763) La Marchande d´Amours [óleo sobre lienzo] Musée national du Château de Fountainebleau 

Para que explores el Neoclasicismo y otros artistas:

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